Etiqueta: Educación sostenible

  • Habitar la profesión desde la pedagogía

    Si el pensamiento crítico nos ayuda a tomar postura sobre cómo queremos llevar nuestras prácticas profesionales, la pedagogía nos ayuda a compartirnos congruentemente con el pensamiento crítico que nos sostiene. Es decir, no basta con tener una ética transformadora si no somos capaces de compartirla. Desde esta mirada, la pedagogía se vuelve una herramienta vital, pues traduce nuestro pensar a maneras de relacionarnos.

    En el caso de la arquitectura, como tal vez en cualquier otra profesión, se perpetúan lógicas capitalistas y de opresión. Felipe Guerra (2024) señala que «la arquitectura ha quedado indisolublemente ligada al capitalismo y colonialismo» (p. 49), y que “no hay arquitecturas más allá del capitalismo, ni modos alternativos de ser arquitecto, sino alternativas a la arquitectura y al arquitecto” (p. 106).

    Incluso la educación, que parecería el espacio más fértil para la emancipación, puede reproducir las mismas lógicas opresoras. Paulo Freire (2005) advertía que cuando la educación se convierte en un acto de transmisión unilateral, refuerza estructuras de dominación. Desde una crítica más amplia a las profesiones, Iván Illich (1973) denuncia que las profesiones institucionalizan y monopolizan procesos humanos separándolos de la experiencia cotidiana de las personas. Illich propone una des-profesionalización de la vida, un retorno al sentido común y a las capacidades compartidas.

    Carlos Esteva (2022) propone recuperar el poder de los verbos sobre los sustantivos: “sustantivos como ‘educación’, ‘salud’ o ‘vivienda’, llamadas ‘necesidades’ que dependen de entidades públicas o privadas, deben ser reemplazadas por verbos como ‘aprender’, ‘curar’ o ‘habitar’” una forma de reivindicar la agencia personal y colectiva y posibilitar vías autónomas de transformación social».

    Sara Ahmed (2004) desarrolla que “estar en contra de algo es también estar a favor de algo, pero algo que todavía tiene que articularse o que todavía no es” (p. 265). Esta visión abre una posibilidad: la de incomodarnos, cuestionar lo establecido y, al mismo tiempo, proyectar un futuro distinto. Para Ahmed, la indignación es forma de conocimiento que nos conecta con el futuro que deseamos, “la indignación es visionaria” (p. 265).

    En ese sentido, la pedagogía como forma de relación ética, afectiva y crítica, nos permite sostener esa incomodidad y convertirla en acción transformadora. Una pedagogía crítica nos permite actuar en nuestras profesiones como si fueran aulas que podemos intervenir al acompañar, mediar, co-diseñar y facilitar procesos que devuelvan la palabra, el poder y la agencia a otros.

    Imagen. Tuppers obsequiados a la comunidad de aprendizaje Tupper Tocs.

    En mi caso, he comenzado a incorporar esta mirada pedagógica en mi práctica profesional como arquitecta. He podido abrir espacios pedagógicos dentro del despacho donde trabajo al iniciar una comunidad de aprendizaje donde dialogamos sobre temas polémicos e interesantes del quehacer arquitectónico. También empecé a dar una clase en Centro a próximos licenciados en arquitectura donde cuestionamos el papel del arquitecto y  de la arquitectura.

    Por último, he procurado diseñar desde la escucha y la reciprocidad. Sin embargo, este camino no está exento de tensiones, no he encontrado congruencia y espacios de ruptura en toda mi práctica profesional y es que a veces tengo que soportar la incongruencia porque necesito ganar mi sueldo. Hablar de dinero puede sonar capitalista, pero la realidad es que la vida todavía cuesta. Sostener una ética pedagógica dentro del ejercicio profesional requiere preguntarse también cómo vivir dignamente desde esa postura, sin romantizar la precariedad ni idealizar la renuncia.

    Mi proyecto de titulación parte de esta ambivalencia. Por un lado, comparto la crítica de Felipe Guerra acerca de que la arquitectura es la herramienta colonial espacial del sistema capital, pero por otro, no creo que abandonar la arquitectura sea la salida viable. Me interesa explorar cómo, desde adentro, podemos tensionar y reconfigurar nuestras prácticas.

    Por ejemplo, Javier Sánchez durante años ha desarrollado proyectos inmobiliarios intentando convencer a la industria que apostarle a la ecología y la calidad de vida es una buena inversión. Felipe Guerra lo ubicaría del lado del problema, porque aunque intente hacerlo distinto, sigue operando a favor del sistema. Yo, en cambio, creo que Javier está arriesgándose al empujar un camino que lleva a la arquitectura a poner al centro otros valores, valores que en un futuro podrían propiciar el fin de la arquitectura misma. Como Javier, yo también quiero habitar ese terreno extraño de estar en contra desde adentro.

    En mi caso, esas preguntas han tomado forma en la propuesta de un taller de ruptura epistemológica para arquitectos, donde más que revisar teoría, quisiera provocar la reflexión sobre nuestras formas de habitar, reconociendo lo cotidiano como campo de aprendizaje. Porque abrir preguntas sobre nuestra cotidianidad profesional puede ser una forma de transformación.

    Imagen. Extracto de cómic por Raúl Velázquez realizado en clase proyectos VI de Centro.

    No creo que todos los arquitectos deban tener la filosofía de Javier, ni la de Felipe, pero sí creo que todas las profesiones, incluida la arquitectura, necesitan nombrar su postura ético-política y sostenerla. Esa reflexión guía mi proyecto de titulación: ¿cómo acompañar a otras personas a reimaginar sus prácticas profesionales desde una mirada pedagógica?

    Esta posibilidad no es solo una intuición personal, ha sido explorada por autoras que expanden el horizonte de lo pedagógico más allá del aula. Bell Hooks (1994) plantea que la educación como práctica de libertad puede permear todos los espacios de la vida social. Elizabeth Ellsworth (1997) sugiere que la pedagogía crítica puede usarse para transformar instituciones más allá del contexto escolar. Y Raewyn Connell defiende que este enfoque puede reformar profesiones desde una mirada de justicia social.

    Integrar la pedagogía en las profesiones no significa cambiar de carrera, sino preguntarnos cómo, desde lo que ya hacemos, podemos reconfigurar nuestras prácticas de forma ética. Implica abrir espacio a nuevas formas de relación que redistribuyan el poder y reconozcan saberes diversos. Tal vez ahí resida su fuerza, en la posibilidad de imaginar profesiones que no solo se desmantelan desde afuera, sino que se destruyen y reconstruyen desde adentro, a través de vínculos horizontales, afectivos y emancipadores.

    Así, la pedagogía se vuelve una expresión ética que da sentido y dirección a nuestras maneras de habitar.

    Imagen. Extracto de cómic por Fernanda Delgadillo Soto realizado en clase proyectos VI de Centro.

     

    Escrito por Natalia Zenteno Ortega, estudiante de la Maestría en Innovación Educativa para la Sostenibilidad.

    Las opiniones expresadas en este artículo son de  exclusiva responsabilidad de los autores y pueden no coincidir con las de la Universidad del  Medio Ambiente.

     

    Referencias

    Ahmed, S. (2004). La política de las emociones. Ed. Traficantes de Sueños.

    Connell, R. (2009). Just education. In The Routledge International Handbook of the Sociology of Education.

    Ellsworth, E. (1997). Teaching positions: Difference, pedagogy, and the power of address. Teachers College Press.

    Esteva, C. (2022). [Video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=o2SW4hcKM9U

    Freire, P. (2005). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.

    Guerra, F. (2024). Coreografías del habitar. OnA Ediciones.

    Hooks, B. (1994). Teaching to transgress: Education as the practice of freedom. Routledge.

    Illich, I. (1973). La sociedad desescolarizada. Barral Editores.

  • Camino de la memoria del taller de prácticas educativas y creación de situaciones de aprendizaje

    Camino de la memoria del taller de prácticas educativas y creación de situaciones de aprendizaje

     En nuestro tercer semestre de la maestría de Innovación Educativa para la Sostenibilidad, nos encontramos con el taller de prácticas educativas y creación de situaciones de aprendizaje y nos encontramos continuamente con el Artilugio.

    Llegamos a este taller sin una definición clara, pero queriendo una definición clara, nos preguntamos ¿Qué es el artilugio? y tuvimos que liberarnos de la opresión de definir todo con rigidez, y querer saberlo palabra por palabra, se nos invitó a vivirlo y a descubrirlo por nosotres mismes.

    Y así fue como entregamos nuestros cuerpos, abrimos el corazón e intencionamos juntes cada sesión. Este fue un espacio pedagógico, de colores, de bordado, de mandalas y de creatividad, donde nos sentimos segures, un espacio de cuidado y de ternura que nos permitió explorar y empezar

    Foto: Lilian Galante
    Foto: Lilian Galante

    ¿Pero de dónde partimos? Primero lo primero y partimos de observar una realidad, nuestra realidad, un contexto, una experiencia situada, de conocer eso que me y nos pasa y conocimos la rueda de la realidad, donde pudimos visualizar eso que nos acontece en lo cotidiano, que nos acontece más allá y que nos atraviesa a través de los sistemas en los que vivimos.

    Y así, juntes, empezamos a construir ideas, el artilugio como respuesta creativa a esas situaciones que nos pasan, siempre en novedad, que rompa con la regularidad de lo cotidiano, no solo en hacer, sino hacerse en sujeto/sujeta, y que siempre va en contra del olvido del otre.

    En nuestra búsqueda de respuestas, exploramos, bailamos, actuamos, tejimos redes, hicimos podcast, teatro guiñol, lloramos, reímos, nos abrazamos y todo bajo una comunidad de aprendizaje viva, una comunidad de cuidado que siempre estuvo al pendiente de la otredad, poniendo siempre el corazón al centro.

     

    Foto: Lilian Galante
    Foto: Lilian Galante

    Sé nos invitó a soñar, a crear nuestro propio sueño guajiro, a volar alto, a ver más allá, a decolonizar la imaginación para poder crear nuestros propios sueños, porque es de ahí donde se mantiene la esperanza, dónde surgen nuevos mundos posibles.

    Descubrimos que para que el artilugio suceda, tiene que existir una provocación ¿Qué queremos que suceda? haciendo que el acto pedagógico sea político y lo político sea pedagógico, Nos llenamos de preguntas ¿Para qué agrietamos? ¿Qué queremos romper? las preguntas seguían y seguían, y nosotres lo seguíamos intentando.

    Artilugiamos con la mirada despierta y con el corazón atento, en los proyectos socioambientales trabajamos en colectivo porque nada se construye solo si se piensa desde lo individual. aprendimos a enojarnos, luego abrazarnos y a soñar juntes con digna rabia.

    Aprendimos a hacer, aprendimos a ser, aprendimos a convivir para transformar, transformar lo que hacemos, transformar lo que somos, transformar como nos relacionamos y transformar el mundo que habitamos.

    Foto: Lilian Galante
    Foto: Lilian Galante

    Llegamos al final pero ¿Qué sigue? ¿Cómo nos sostenemos? ¿Cómo mantenemos está comunidad? Nos tomamos un espacio para respirar y ofrecer algo nuestro a la mesa del don, ¿Qué aportó yo a la comunidad? y ¿Qué dejó en herencia para los que vienen detrás? y juntes construímos un nuevo significado de lo que es artilugiar.

     

    Escrito por Karla Andrea Figueroa Esquivel, estudiante de la maestría Innovación Educativa para la Sostenibilidad”

    “Las opiniones expresadas en este artículo son de  exclusiva responsabilidad de los autores y pueden no coincidir con las de la Universidad del  Medio Ambiente”.

  • Tenemos permiso de reimaginarlo todo

    Tenemos permiso de reimaginarlo todo

    ¿Qué sería lo mejor que nos podría pasar como humanidad? Somos seres imaginativos y al mismo tiempo racionales, capaces de entender problemas y por lo tanto imaginar y solucionar, ¿por qué vivimos tan anclados y resignados a una inercia desesperanzadora y enfermiza? ¿Por qué la mayoría de las historias en el cine y en libros muestran más distopías que utopías?

    Hace dos años nació mi segundo hijo, y durante la pausa de maternidad sentí una necesidad desesperada por conocer a profundidad sobre la crisis ambiental, por entender cómo se espera que sea el mundo cuando mis hijxs crezcan, por descubrir qué puedo hacer yo al respecto y por lo tanto también por reimaginarlo todo. 

    Diseño de Katie Patrick
    Diseño de Katie Patrick

    Me atravesaba la necesidad de buscar todas las visiones utópicas que existieran en la cultura general, pero me sorprendía toparme con tan pocas opciones. La mayoría de las películas muestran visiones de futuros oscuros, peligrosos, enfermos, horribles.

    Al mismo tiempo, me sorprendía la falta de guías claras, empáticas y fáciles de seguir para que las personas comunes y corrientes sepamos qué hacer al respecto de la crisis ambiental. Y me parece que ambas necesidades van junto con pegado.

    Creo que hace mucha falta imaginar visiones esperanzadoras, que nos jalen y motiven a pensar (en ingeniería inversa) en los posibles caminos para alcanzarlas. Sin esas visiones no puede haber esperanza, y sin esperanza no nos podemos mover de la forma extraordinaria que nos debemos mover.

    Como dice Rob Hopkins (2019), vivimos una crisis imaginativa. La corriente de la inercia en que vivimos es muy fuerte y generalmente no hay tiempo de pensar en cómo sí nos gustaría que fueran las cosas. Generalmente solo hay tiempo de intentar sobrevivir en este mundo caótico, bombardeados constantemente por noticias de terror. 

    Diseño de Katie Patrick
    Diseño de Katie Patrick

    Pero yo quiero invitar a soñar. Quiero decirle al mundo algo muy simple: la vida no está escrita en piedra y tenemos permiso para buscar otras formas de existir.

    Yo sueño con un futuro limpio, sano, balanceado; en el que el ser humano ya aprendió y adoptó los valores de la suficiencia y de los cuidados; un futuro en el que nos sabemos parte de la naturaleza y no dueños de ella y en el que usamos nuestra evolución, habilidades, inteligencia y sensibilidad para ser guardianes del balance del resto de la naturaleza.

    En el que haya un sistema local de producción de comida, sin agroquímicos, sin desperdicios. Donde no sea necesario vender lo invendible, lo que le hace daño a todo y a todxs a su alrededor. En el que haya buen diseño urbano, y por lo tanto mucho mayor calidad de vida para todxs: mucho menos trabajo, mucho más tiempo para simplemente existir, maravillarnos y agradecer por la vida. Donde no hubiera ningún estatus que mantener. Donde todos los esfuerzos estuvieran al servicio de la vida y bienestar de todxs.

    Diseño de Katie Patrick
    Diseño de Katie Patrick

    Entré a la maestría de Innovación Educativa para la Sostenibilidad porque creo que para reimaginar visiones realistas, hay que tener bases, estructura y sobre todo, comunidad.

    Creo que tanto la educación como la comunicación de estos temas van a ser claves en los próximos años para poder crear un punto de inflexión, sobre todo en tema de valores, conciencia y paradigmas. Pero también creo que lograr educación y comunicación ambiental efectiva es un verdadero arte, porque implica lidiar con emociones muy complejas. 

    Hoy, cerca de terminar el primer semestre de la maestría, siento que aterricé en el lugar y la comunidad correctas, tanto para poder sacar de mi sistema todo eso que me urgía liberar y rebotar, como para poder nutrirme de los conocimientos y experiencias de lxs demás.

    Ya no me siento tan sola y al contrario, me siento “viento en popa” para invitar a mucha más gente a reimaginar y a llenarse de esperanza.

     

    Escrito por María Fernanda Torres Siller, estudiante de la Maestría en Innovación Educativa para la Sostenibilidad.

     

    FUENTE: Hopkins, R. (2019). From what is to what if: Unleashing the power of imagination to create the future we want. Chelsea Green Publishing

     

    “Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de los autores y pueden no coincidir con las de la Universidad del Medio Ambiente’’.

     

  • La magia de la composta comunitaria

    La magia de la composta comunitaria

    Si solo pudiera hacer una cosa desde mi trinchera para contribuir a reducir la contaminación, sería hacer composta casera, motivando a más personas a hacer lo mismo. Hacer composta en casa tiene su truco, pero en realidad es muy sencillo. 

    Todos generamos residuos orgánicos en nuestras casas, departamentos; y en los entornos de las comunidades encontramos hojas caídas en jardines, parques, banquetas o camellones. Hacer composta es tan fácil como juntar, por capas, esos dos ingredientes.

    Una comunidad organizada para hacer composta de manera colectiva, realiza una gran solución para evitar que los residuos orgánicos terminen en los vertederos municipales, contaminando el ambiente. 

    Los residuos en sí mismos no contaminan; lo que contamina es la mezcla desordenada. Si se separan adecuadamente, una parte puede reciclarse y con los residuos orgánicos podemos hacer magia y transformarlos en tierra fértil.

    Foto de Marcela Treviño Feria
    Foto de Marcela Treviño Feria

     

    Corredor Ecológico de Bellavista

    En el Corredor Ecológico de Bellavista, se hace composta a partir de los residuos que se generan en un fraccionamiento de cuatrocientas casas. Se utiliza el método Bocashi, que acelera el proceso de descomposición añadiendo ingredientes especiales. Este proceso incluye melaza, carbón, biocarbón, harina de roca, harina de hueso, levadura, residuos orgánicos y hojas secas trituradas.

    En este fraccionamiento, el camión de basura municipal no entra. Ellos tienen su propio camión con el que recogen los residuos. Aquellos residuos que se pueden reciclar son llevados por los muchachos de mantenimiento a vender y las ganancias se las reparten entre ellos; por otro lado, los orgánicos los llevan al Corredor donde ocurre la  magia para convertirlos en tierra fértil.

     

    Importancia de la Educación Sostenible 

    En esta comunidad, separar los desechos es obligatorio, dividiéndolos en tres categorías: orgánicos, reciclables, y lo que no puede ir en esas dos categorías se coloca en un recipiente llamado «residuos sanitarios». 

    A los vecinos les dieron Talleres de Separación de Residuos para explicarles la forma correcta en la que deben de hacerlo y para concientizarlos. En caso de que no separen los residuos, les dejan un comunicado explicando cómo hacerlo; sin embargo tras  la tercera vez que no separan los residuos las consecuencia es que se deja de recoger sus residuos. Con el tiempo la comunidad ha ido comprendiendo la importancia de esta práctica y adaptándose a ella. 

    Desde que hicieron obligatorio separar los residuos hace cuatro años, se ha visto que en vez de que vayan doce camiones a la semana al vertedero ahora sólo van tres camiones. Los residuos orgánicos deben colocarse en un bote sin bolsa de plástico, luego el camión los vacía en un contenedor y enjuaga el bote. 

    Al llegar al Corredor Ecológico, comienza el proceso: los orgánicos se mezclan con hojas secas y pasan por una trituradora, y este material se coloca en un pozo para que inicie la descomposición. Después de unas semanas, el material es utilizado como ingrediente para la producción del bocashi, un fertilizante orgánico que favorece la fertilidad del suelo.

    La educación sostenible es fundamental para una gestión ambiental responsable. En esta comunidad, además de separar los residuos, se promueve la conciencia sobre el impacto de nuestras acciones en el planeta. Al enseñar a los vecinos a manejar los desechos, se optimizan los recursos y se fomenta un compromiso con el medio ambiente. 

    Prácticas como el compostaje de residuos orgánicos muestran cómo pequeñas acciones pueden regenerar los ecosistemas. Es crucial expandir estos esfuerzos educativos para integrar la sostenibilidad en la vida diaria y avanzar hacia un mundo más equilibrado y consciente.

    Foto de Marcela Treviño Feria
    Foto de Marcela Treviño Feria

     

    Poema

    Soy tierra, soy agua, soy fuego y soy aire. Soy vida que nace, crece, se transforma y renace. Dejo huella, un tesoro, un legado. Camino por los campos sembrando y cosechando, navego en mares inmensos, a veces violentos, a veces calmados. 

    Grito, lloro, amo y aprendo. Soy causa, soy responsable, y lucho por ello. Amo a los animales y los protejo. Sé que mis tataranietos verán lo que he hecho. Por eso no paro, por eso me despierto para ver lo que quiero.

     Los sueños que tengo los vivo en mi mente, y cada día doy un paso hacia el frente. Reciclo, hago composta y cuido mi pasto. Veo las flores crecer y disfruto de la fruta de mi árbol. Encuentro mi talento y lo comparto. Doy gracias por todo y sigo sembrando.

     

    Escrito por Marcela Treviño Feria, estudiante de la Maestría de Innovación Educativa para la Sostenibilidad

     

    “Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de los autores y pueden no coincidir con las de la Universidad del Medio Ambiente’’.

     

  • Manifiesto de la facilitación socioambiental

    Manifiesto de la facilitación socioambiental

    Reconocer cómo ha evolucionado nuestra trayectoria profesional implica mapear las experiencias que nos han marcado para llegar hasta donde estamos. Los momentos dulces, agríos y salados que han formado un perfil que nos desenvuelve en el mundo laboral, pero también como personas.
    Gracias a todas las experiencias y la formación profesional que lo complementa, es que he escrito el siguiente manifiesto. Este pretende ser luz para marcar una postura ética – pedagógica en mi facilitación como profesionista de la educación socioambiental, pero también en todo acompañamiento que involucra poner al centro la vida.
    Este año ha sido de movimientos: de finalizar contratos y trazar nuevos caminos profesionales gracias a la Maestría en Innovación Educativa para la Sostenibilidad. Es por ello que, sabiendo que el barco zarpaba a la aventura de mar abierto, decidí escribir este manifiesto que sirviera de faro para decidir el camino que quiero seguir profesionalmente.

    Fotografía tomada por el “profe Belén Alonso”, 2022. Clases de inglés para la escuela rural de la comunidad de “Las Placitas”, parte de la Coordinación de Educación de Playa Viva.
    Fotografía tomada por el “profe Belén Alonso”, 2022. Clases de inglés para la escuela rural de la comunidad de “Las Placitas”, parte de la Coordinación de Educación de Playa Viva.

    Entre el mundo de opciones y de bendecidas oportunidades, ha tocado el aprender a decir “no” y optar por aquello que construye el perfil profesional que sí quiero seguir. No obstante, la ternura y la amabilidad deben hacerse presente para confiar en el proceso. Agradezco el pasado, reconozco la postura de quien soy en el presente, y trazo el futuro.
    Si bien no es la finalidad, espero que otras personas puedan encontrar en este escrito alguna luz que también guíe sus caminos en favor de una pedagogía por el cuidado de la vida, pero también de cualquier otra interacción con la viviente y el lugar que habitamos. Reconociendo que, como dice Ranciere (2007): «todo está en todo», y la sociedad y nuestro trato medioambiental son reflejo del corazón del ser humano.

    Manifiesto de la facilitación socioambiental

    Fotografía tomada por Miguel Corral, 2016. Cierre de ciclo del grupo juvenil “ads Garibaldi 2015-2016”.
    Fotografía tomada por Miguel Corral, 2016. Cierre de ciclo del grupo juvenil “ads Garibaldi 2015-2016”.

    1 – La educación es en y para la vida

    Recuperar el sentido social de la educación, reconociendo que esta debe ser para la vida y para la construcción de una mejor sociedad (Battle, s.f.).

    2 – El acompañamiento y la presencia son pilares

    Aprendemos en y para la comunidad, por lo que el acompañamiento y la presencia son clave para cuidarnos y descubrir el mundo.

    3 – Educar es imitar y respetar el proceso natural de aprendizaje

    El kairós, a diferencia del kronos, es el momento espontáneo, el que no se puede prever ni se planea (Mélich, 2010). Cada proceso de aprendizaje es personal y toma su tiempo; querer acelerar los procesos naturales es una alteración de la vida.

    4 – El espacio también educa

    Es preciso, ante ello:
    • Diseñar programas educativos llevando de referencia un espacio libre y abierto.
    • Reconocer los espacios que nos oprimen para poder resignificarles y liberarnos.
    • La necesidad de recuperar la memoria y aprender a habitar el lugar.
    • Si la educación debe ser liberadora, los espacios deben conducirnos a ella: una libertad para ser, conocer, convivir y aprender.

    5 – No se cuida lo que no se conoce

    Partiendo de la idea de que todo está en todo (Ranciere, 2007), es preferible recuperar los elementos del entorno y momento que vivimos para situar los aprendizajes y que su utilidad y significado se vea en la inmediatez.

    6 – La comunidad que coopera y cuida, sobrevive

    La vida es primero, y el compromiso de unas personas con otras en el entendido de que tenemos el derecho de ser cuidados y el deber de cuidar, es la base del sistema de supervivencia.
    En el sistema de capital que vivimos, la competencia, producción y extracción son los pilares. El giro que propone el ecofeminismo es centrarnos en la cooperación y cuidado, antes que la competencia; valores que podemos ver en la naturaleza y en las relaciones catalogadas comúnmente como maternales (Herrero, 2013).

    7 – No existe una jerarquía de inteligencia

    Alguien que se reconoce en constante aprendizaje, que no lo sabe todo, y que opta por decisiones democráticas, es más transparente para guiar comunidades de aprendizaje. En el reconocimiento de que no existe una jerarquía de inteligencia, se fomenta la confianza y se emancipa a las y los sujetos que aprenden (Ranciere, 2007).

    8 – La escucha y el respeto comienzan con uno(a) mismo(a)

    Educar no es meramente un enfoque de adquisición de conocimientos, sino también de reconocimiento de nuestros espacios, almas y cuerpos.
    Educar para la sostenibilidad implica aprender a escuchar y respetarnos a nosotros mismos, para reconocer que cada ser que co-habita tiene sus necesidades de vida.

    9 – La comunidad de aprendizaje debe respetar la experiencia

    Todas las personas estamos posicionadas desde distintos espacios y niveles de privilegio; si bien mi tarea es reconocer desde dónde me posiciono, como facilitadora puedo partir de abrir el diálogo para que cada persona comparta aquello con lo que vive, la experiencia que nos pasa, y que puede ser respetado y sostenido por el resto de la comunidad de aprendizaje.

    10 – El trabajo debe dignificar a la persona

    Un mayor sueldo no es directamente proporcional a una mejor vida; pero la justicia social va de la mano con garantizar que las personas se sientan dignas en su sitio de trabajo, reconociendo que el trabajo no es el centro de la vida, pero sí un espacio que nos ayuda a construirnos como sociedad. No olvidar que, así como la educación tiene un sentido social, también el trabajo lo tiene. Las personas son el centro de este.
    Finalmente, quiero compartir y concluir con la siguiente frase que marcan el camino ético de la educación (o facilitación, mejor dicho) socioambiental: si los esfuerzos del ser humano no ayudan a rectificar la vida, entonces se vuelven contra éste.

    Referencias

    • Batlle, R. (s.f.). Guía práctica de aprendizaje-servicio. Santillana Educación, S. L.
    • Francisco. (2015). Laudato SI’: Carta encíclica del Sumo Pontífice Francisco : a los obispos, a los presbíteros y a los diáconos, a las personas consagradas y a todos los fieles laicos sobre el cuidado de la casa común. Lima: Paulinas.
    • Freire, P. (2005). Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI.
    • Herrero López, Y. (2013). Miradas ecofeministas para transitar a un mundo justo y sostenible. Revista de Economía Crítica(16), 278-307.
    • Larrosa, J. (2006). Sobre la experiencia. Aloma. Revista de Psicologia i Ciències de l’Educació(19), 87-112.
    • Mélich, J.-C. (2010). El profesor y el maestro en “La pedagogía del Testimonio”. En J.-C. Mélich, Ética de la compasión (págs. 276-282). Bacerlona, España: Herder editorial.
    • Ranciere,J. (2007). El maestro ignorante. Argentina. Libres el Zorzal.

     

    Escrito por Ana Lorena Anguiano Suárez del Real, estudiante de la Maestría de Innovación Educativa para la Sostenibilidad. 

     

    “Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de los autores y pueden no coincidir con las de la Universidad del Medio Ambiente”.

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