Etiqueta: innovación educativa

  • Habitar la profesión desde la pedagogía

    Si el pensamiento crítico nos ayuda a tomar postura sobre cómo queremos llevar nuestras prácticas profesionales, la pedagogía nos ayuda a compartirnos congruentemente con el pensamiento crítico que nos sostiene. Es decir, no basta con tener una ética transformadora si no somos capaces de compartirla. Desde esta mirada, la pedagogía se vuelve una herramienta vital, pues traduce nuestro pensar a maneras de relacionarnos.

    En el caso de la arquitectura, como tal vez en cualquier otra profesión, se perpetúan lógicas capitalistas y de opresión. Felipe Guerra (2024) señala que «la arquitectura ha quedado indisolublemente ligada al capitalismo y colonialismo» (p. 49), y que “no hay arquitecturas más allá del capitalismo, ni modos alternativos de ser arquitecto, sino alternativas a la arquitectura y al arquitecto” (p. 106).

    Incluso la educación, que parecería el espacio más fértil para la emancipación, puede reproducir las mismas lógicas opresoras. Paulo Freire (2005) advertía que cuando la educación se convierte en un acto de transmisión unilateral, refuerza estructuras de dominación. Desde una crítica más amplia a las profesiones, Iván Illich (1973) denuncia que las profesiones institucionalizan y monopolizan procesos humanos separándolos de la experiencia cotidiana de las personas. Illich propone una des-profesionalización de la vida, un retorno al sentido común y a las capacidades compartidas.

    Carlos Esteva (2022) propone recuperar el poder de los verbos sobre los sustantivos: “sustantivos como ‘educación’, ‘salud’ o ‘vivienda’, llamadas ‘necesidades’ que dependen de entidades públicas o privadas, deben ser reemplazadas por verbos como ‘aprender’, ‘curar’ o ‘habitar’” una forma de reivindicar la agencia personal y colectiva y posibilitar vías autónomas de transformación social».

    Sara Ahmed (2004) desarrolla que “estar en contra de algo es también estar a favor de algo, pero algo que todavía tiene que articularse o que todavía no es” (p. 265). Esta visión abre una posibilidad: la de incomodarnos, cuestionar lo establecido y, al mismo tiempo, proyectar un futuro distinto. Para Ahmed, la indignación es forma de conocimiento que nos conecta con el futuro que deseamos, “la indignación es visionaria” (p. 265).

    En ese sentido, la pedagogía como forma de relación ética, afectiva y crítica, nos permite sostener esa incomodidad y convertirla en acción transformadora. Una pedagogía crítica nos permite actuar en nuestras profesiones como si fueran aulas que podemos intervenir al acompañar, mediar, co-diseñar y facilitar procesos que devuelvan la palabra, el poder y la agencia a otros.

    Imagen. Tuppers obsequiados a la comunidad de aprendizaje Tupper Tocs.

    En mi caso, he comenzado a incorporar esta mirada pedagógica en mi práctica profesional como arquitecta. He podido abrir espacios pedagógicos dentro del despacho donde trabajo al iniciar una comunidad de aprendizaje donde dialogamos sobre temas polémicos e interesantes del quehacer arquitectónico. También empecé a dar una clase en Centro a próximos licenciados en arquitectura donde cuestionamos el papel del arquitecto y  de la arquitectura.

    Por último, he procurado diseñar desde la escucha y la reciprocidad. Sin embargo, este camino no está exento de tensiones, no he encontrado congruencia y espacios de ruptura en toda mi práctica profesional y es que a veces tengo que soportar la incongruencia porque necesito ganar mi sueldo. Hablar de dinero puede sonar capitalista, pero la realidad es que la vida todavía cuesta. Sostener una ética pedagógica dentro del ejercicio profesional requiere preguntarse también cómo vivir dignamente desde esa postura, sin romantizar la precariedad ni idealizar la renuncia.

    Mi proyecto de titulación parte de esta ambivalencia. Por un lado, comparto la crítica de Felipe Guerra acerca de que la arquitectura es la herramienta colonial espacial del sistema capital, pero por otro, no creo que abandonar la arquitectura sea la salida viable. Me interesa explorar cómo, desde adentro, podemos tensionar y reconfigurar nuestras prácticas.

    Por ejemplo, Javier Sánchez durante años ha desarrollado proyectos inmobiliarios intentando convencer a la industria que apostarle a la ecología y la calidad de vida es una buena inversión. Felipe Guerra lo ubicaría del lado del problema, porque aunque intente hacerlo distinto, sigue operando a favor del sistema. Yo, en cambio, creo que Javier está arriesgándose al empujar un camino que lleva a la arquitectura a poner al centro otros valores, valores que en un futuro podrían propiciar el fin de la arquitectura misma. Como Javier, yo también quiero habitar ese terreno extraño de estar en contra desde adentro.

    En mi caso, esas preguntas han tomado forma en la propuesta de un taller de ruptura epistemológica para arquitectos, donde más que revisar teoría, quisiera provocar la reflexión sobre nuestras formas de habitar, reconociendo lo cotidiano como campo de aprendizaje. Porque abrir preguntas sobre nuestra cotidianidad profesional puede ser una forma de transformación.

    Imagen. Extracto de cómic por Raúl Velázquez realizado en clase proyectos VI de Centro.

    No creo que todos los arquitectos deban tener la filosofía de Javier, ni la de Felipe, pero sí creo que todas las profesiones, incluida la arquitectura, necesitan nombrar su postura ético-política y sostenerla. Esa reflexión guía mi proyecto de titulación: ¿cómo acompañar a otras personas a reimaginar sus prácticas profesionales desde una mirada pedagógica?

    Esta posibilidad no es solo una intuición personal, ha sido explorada por autoras que expanden el horizonte de lo pedagógico más allá del aula. Bell Hooks (1994) plantea que la educación como práctica de libertad puede permear todos los espacios de la vida social. Elizabeth Ellsworth (1997) sugiere que la pedagogía crítica puede usarse para transformar instituciones más allá del contexto escolar. Y Raewyn Connell defiende que este enfoque puede reformar profesiones desde una mirada de justicia social.

    Integrar la pedagogía en las profesiones no significa cambiar de carrera, sino preguntarnos cómo, desde lo que ya hacemos, podemos reconfigurar nuestras prácticas de forma ética. Implica abrir espacio a nuevas formas de relación que redistribuyan el poder y reconozcan saberes diversos. Tal vez ahí resida su fuerza, en la posibilidad de imaginar profesiones que no solo se desmantelan desde afuera, sino que se destruyen y reconstruyen desde adentro, a través de vínculos horizontales, afectivos y emancipadores.

    Así, la pedagogía se vuelve una expresión ética que da sentido y dirección a nuestras maneras de habitar.

    Imagen. Extracto de cómic por Fernanda Delgadillo Soto realizado en clase proyectos VI de Centro.

     

    Escrito por Natalia Zenteno Ortega, estudiante de la Maestría en Innovación Educativa para la Sostenibilidad.

    Las opiniones expresadas en este artículo son de  exclusiva responsabilidad de los autores y pueden no coincidir con las de la Universidad del  Medio Ambiente.

     

    Referencias

    Ahmed, S. (2004). La política de las emociones. Ed. Traficantes de Sueños.

    Connell, R. (2009). Just education. In The Routledge International Handbook of the Sociology of Education.

    Ellsworth, E. (1997). Teaching positions: Difference, pedagogy, and the power of address. Teachers College Press.

    Esteva, C. (2022). [Video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=o2SW4hcKM9U

    Freire, P. (2005). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.

    Guerra, F. (2024). Coreografías del habitar. OnA Ediciones.

    Hooks, B. (1994). Teaching to transgress: Education as the practice of freedom. Routledge.

    Illich, I. (1973). La sociedad desescolarizada. Barral Editores.

  • De paso por la UMA

    De paso por la UMA

    El comienzo 

    La Universidad del Medio Ambiente (UMA) ha sido un oasis para mirar y hablar con otros, incluyendo a los árboles, las hojas, las aves y otras especies en la Tierra. Lo más sorprendente ha sido escucharles de vuelta.  

    La UMA ha sido un llamado a encontrarnos, reunirnos y platicar alrededor del fuego para convertir en cenizas viejos paradigmas y prender la chispa de la colaboración y la confianza radical desde el potencial que llevamos dentro para dar a luz nuevas posibilidades que transformen lo que nos duele como sociedad. 

    (Enriquez, L.M. 2005)
    Foto de Enriquez, L. M. 2005

     

    La UMA ha sido un espacio de nuevas oportunidades para mirar-se, reconocer-se y reciprocar el aporte que cada persona y especie hacen desde su unicidad al universo desde su cosmovisión 

    También ha sido atestiguar, apreciar y abrazar la diversidad para crear nuevas prácticas narrativas que incluyan a tod@a las voces practicando la re-autoría en palabras de Michael White.  (White, M., 2016)1                   

    Ha implicado levantarse al alba algunos sábados y domingos para atestiguar la salida del sol, escuchar y sentir los sonidos de la naturaleza y con esa pequeña acción elegimos ser guerreros(as) del amanecer, experimentando el equilibrio con y en la naturaleza a través del suave movimiento del tai chi.  

    Ha sido atreverse a andar el territorio, antes que arrastrar la pluma. Conectar con el dolor desde la indignación y la empatía antes de correr a intentar borrar las heridas para crear soluciones que se desvanecen en el tiempo por no encontrar los cuerpos que las sostengan en acciones.  

    Ha sido escuchar antes que proponer, reconocer otras miradas reconociendo que cuando una persona ocupa un lugar de privilegio, el verdadero gran poder, radica en trascender lo individual para vivirse en colectivo.   

    En la UMA, las preguntas llueven a cántaros, y un gran reto ha sido crear los espacios no para contestarlas, sino para desarticular-las y re-construir otras preguntas que hagan más profundo el entendimiento de los conflictos socioambientales y posibles soluciones desde colectivos que ponen sus mentes, cuerpos y corazones para mapear sistemas, para descubrir interdependencias, analizar multi interacciones y flujos que nos muevan a intentar la acupuntura sistémica que disloque, que provoque, que mueva, que sostenga mejores condiciones de bienestar de fondo en los sistemas prevaleciendo en el tiempo, en donde habremos de caminar, en vez de trotar, porque el camino en colectivo será más importante que el mero resultado si lo hacemos desde el cuidado y la ternura. 

    Cuando dije que sí a la Maestría en Innovación Educativa para la Sostenibilidad quería fortalecer mi cuidado a la naturaleza, reconociendo que habiendo escuchado cada vez con mayor intensidad el grito de la Tierra, no he sabido cómo responder a su llamado. Sin embargo, sé que no hacer nada, también es una elección y no quiero que sea la mía, ni la tuya o la nuestra. Estoy dispuesta a cruzar mis propias fronteras para redescubrir y probar nuevas fórmulas. 

    El camino 

    UMA, 2025
    (UMA, 2025)2

    El camino es incierto, pero quiero ensayar la escucha a mi intuición, estoy dispuesta a descolocar-me y repensar los sistemas en los que estoy-estamos inmersos para poder re-crear en colectivo, asumiendo que solo somos una especie más en la maravillosa naturaleza, por lo que no hay cabida para el control. Que reine la escucha empática en medio del caos creativo, sabiendo que esta vía nos llevará orgánicamente a la innovación, la cual deberemos de acompañar de medición y monitoreo para lograr su trazabilidad y escala, además de fortalecer nuestra capacidad de resiliencia, co-construyendo nuevas relaciones e interacciones entre humanos, en y con la naturaleza, atestiguando las líneas causales y generando comunidades de aprendizaje y de práctica para reciprocar-nos. 

    Foto de Hernández, A.R, 2025
    Foto de Hernández, A.R. 2025

    Tenemos el poder de transformar y regenerar las condiciones para nuestra vida, para la vida, atrevámonos a romper la inercia, agrietar el sistema con propósito desde la congruencia, la indignación y el dolor, aboliendo la apatía, generando preguntas poderosas, provocando la reflexión-acción, siguiendo pistas, ampliando la conciencia, sumando voluntades, corazonando, mentalizando y acuerpando nuevas posibilidades. 

    Siempre me percibí humanista, antes que dolorosamente antropocentrista, y reconstruyendo mi propia narrativa, elijo estar en la UMA, no por ser un espacio perfecto, y me parece que no pretende serlo, pero sí reconociéndola como es un espacio para inspirar, conectar, soñar, cuestionar, crear, innovar, intentar, fallar y volver a empezar. La inversión de tiempo es enorme, sin embargo, experimentar la toma de decisiones desde el potencial y la esperanza de ser parte de las soluciones para un mejor futuro, me inspira. 

    La provocación 

    Foto de Porte Petit, V. 2025
    Foto de Porte Petit, V. 2025                                                                                                   

    Si tú como yo quieres impulsar un futuro regenerativo, sustentable, ético, y potenciar tu Mindset de agente de cambio capaz de promover iniciativas que transformen sistemas socioambientales desde sus círculos de influencia: 

    1. Conoce tu perfil de Agente de Cambio  CHANGEMAKER INDEX (3)de Ashoka, 
    2. Mantente cerca de la UMA,   
    3. Sigamos haciendo comunidad como UMAnos(as). 

     

    Escrito por Verónica Porte Petit Anduaga, estudiante de la Maestría de Innovación Educativa para la Sostenibilidad 

    Fuentes:

    1. White, M. (2016). Maps of Narrative Practices. Pranas Ediciones 

    2. UMA. (2025). Sustentabilidad y Regeneración. UMA: https://universidaddelmedioambiente.com/wp-content/uploads/2022/12/CIRCULO-MODELO-EDUCATIVO-2017-c_fotos-01-scaled-800×765-1.jpg 

    3.  Ashoka. (2025). Chagemaker Index de Ashoka. Ashoka: https://cmi.ashoka.org/es 

     

    “Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de los autores y pueden no coincidir con las de la Universidad del Medio Ambiente”. 

  • Las esperanzas y la educación

    Las esperanzas y la educación

    Preguntas incompletas

    Me dirigía a una reunión un poco de prisa, la segunda del día y todavía no eran ni las 10:00 de la mañana. Había estado en más reuniones aquel martes que dando clases a mis grupos de secundaria. En ese correr a donde sería la junta me encontré con uno de mis estudiantes que venía por los pasillos, lo noté cabizbajo y un poco desanimado.

    Cuando nos cruzamos de frente le pregunté si estaba bien, él volteó y me dijo: “sí, Dany, sólo estoy aburrido”. Le traté de dar ánimos diciéndole que ya casi era el receso. Llegué a la reunión y antes de comenzar con nuestros pendientes le pregunté a la maestra cómo estaba, me dijo que muy cansada, a lo que yo respondí: “lo bueno es que ya casi son vacaciones”. Nos reímos un poco. En ese momento me cayó un 20.

    Mi forma de animarme era la misma que le había dicho a mi estudiante en el pasillo: “ya casi es el receso”… ya casi son vacaciones, ya casi es la salida, ya casi… ¿ya casi qué?, ¿por qué no podemos disfrutar estar en la escuela?, ¿por qué nuestras motivaciones deben ser esos momentos de recreación, esos momentos de no estar en el aula o en la escuela? Me invadió una sensación de angustia y  comenzó a dolerme el estómago.

    Continuamos con el trabajo pendiente. Hablamos del clima escolar de la institución, de la voz del estudiantado, de nuestro rol como docentes, de nuestras carencias en el aula, de las violencias que atraviesan lo cotidiano. Concluimos que la educación se ha transformado en llenar formatos para protegernos “por si algo pasa”, en terminar el libro de texto porque ya gastaron las familias en el material, en ser la o el mejor docente para que seas reconocida como una gran persona.

    Ya no hay cabida para los errores, para las preguntas incómodas, más preocupante aún, no hay cabida para escuchar lo que el estudiantado quiere, piensa y siente. Cerramos con una reflexión: nos estamos haciendo las preguntas incorrectas, necesitamos nuevas preguntas para que nuestras respuestas no sean: “lo bueno es que ya casi son vacaciones”.

    Foto de Daniela Orozco: " Encontrando paradigmas"
    Foto de Daniela Orozco: » Encontrando paradigmas»

    Cuando las esperanzas se entrelazan

    De camino a mi salón sonó el timbre que indicaba el inicio del receso. Los pasillos se llenaron de risas, de gritos, de adolescentes sintiéndose libres. Mientras les veía correr pensé, “¡Claro!, si alguien debe saber qué preguntas hacernos, son ellas y ellos”. Eso me encanta de las adolescencias: su sinceridad.

    Después del receso, por fin tuve mis clases. Ansiaba contarles la crisis en la que estaba metida. Las conversaciones de aquel día en el aula fueron mágicas, reveladoras y dolorosas. Me compartieron cómo se sienten con relación a la educación y qué les gustaría que pasara en las aulas. Les pedí mucha paciencia y apertura para lo que venía. Acordamos que pensaría cómo estructurar este último trimestre y les llevaría una propuesta en la siguiente clase para cuestionarla y, sobre todo, co-diseñarla.

    Hemos hecho de todo un poco. Cambiamos el temario y elegimos estudiar los temas que les inquietan. Lo siguiente fue pensar en nuevas formas de evaluar, para ello, cada grupo eligió un par de habilidades que quieren desarrollar más. Diseñaron la rúbrica con la que evaluaremos esas habilidades.

    Volvimos a revisar los objetivos del trimestre y los cambiamos, en lugar de ser una frase que empieza con un verbo en infinitivo como dicta la regla en la docencia, los convertimos en preguntas poderosas como: “¿por qué pensamos lo que pensamos?, ¿qué paradigmas sostienen nuestras creencias con relación a “x” tema?”. Lo más revelador, sin duda, ha sido cómo cada grupo ha definido su horizonte, su para qué. El común de sus respuestas ha sido: honrar nuestros más profundos deseos y esperanzas (no materiales). 

    Foto de Daniela Orozco: "Rúbrica diseñada por estudiantes del grupo 3ºD"
    Foto de Daniela Orozco: «Rúbrica diseñada por estudiantes del grupo 3ºD»

     

    Seguir luchando, seguir resistiendo 

    Es cierto que el proceso no ha sido fácil. Ha requerido de muchas voluntades, de mucha escucha, de pruebas y errores, muchos errores; de clases que han resultado muy aburridas y otras tanto muy inspiradoras, de esas donde tus estudiantes se despiden de ti con un abrazo. En los pasillos hemos empezado a escuchar, tanto mis estudiantes como yo: “¿qué onda con Dany?, ¿por qué están haciendo rúbricas en una clase de Historia?, ¿por qué cambiaron el temario? Esa pregunta me encanta, pero más la respuesta que escuché que le dio una de mis estudiantes a una de sus amigas en el receso: “porque queremos decidir sobre lo que aprendemos”. 

    Todo este trabajo colectivo, sabiendo que en el centro del aprendizaje están nuestras más profundas esperanzas, nos ha llevado a diseñar nuestra propia de forma de aprender:

    Foto de Daniela Orozco: "Formas de aprender"
    Foto de Daniela Orozco: «Formas de aprender»

    Ahí es donde vamos. Lo que sigue es compartir todo esto, nutrirnos de otras miradas y opiniones, seguir probando, seguir equivocándonos. Seguir resistiendo, seguir luchando por una educación donde lo más preciado es cuidar y honrar esas esperanzas compartidas. 

     

    Escrito por Daniela Orozco González, estudiante de la Maestría en Innovación Educativa para la Sostenibilidad.

     

    “Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de los autores y pueden no coincidir con las de la Universidad del Medio Ambiente’’.

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